Titular del curso
Hector B. SLEMENSON
Oficina: Callao 384, 1º "4" CABA
4372-1081

Ayudantes

Ezequiel Zaiat 4372-1081; Lucia Romero Pangallo 4342-7158
Dario Ezernitchi 4371-6048.

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ANGELES Y DEMONIOS*


Que la justicia es lenta o llega mal y tarde, son muletillas repetidas. Pero en la Edad Media ¿la urgencia sería la misma? Enterate como funcionaba entonces el "Juicio de Dios" y si querés temblar, temblá.

Mantener un litigio en la Europa medieval era una situación de altísimo riesgo. En la actualidad muchos se quejan de los abogados, sin embargo, en una época en que no los había, muchos habrían dado ciertamente la mitad de sus bienes por padecer las esperas interminables y sufrir las tortuosas vueltas de tuerca de nuestra justicia actual.

La ordalía o "juicio de Dios", implica, como su nombre lo expresa, que Dios decidirá la justicia de una causa, por el simple procedimiento de otorgar la victoria a quien tiene la razón. Para la mentalidad del hombre medieval, no ganará el combate el mas fuerte o el mas hábil, sino el que defiende la causa justa.

La ordalía no era el único procedimiento judicial y no se aplicaba sistemáticamente, sino sólo en los casos en que no había suficientes pruebas para establecer la inocencia o culpabilidad del acusado. A veces alcanzaba con un juramento, que debía ser reforzado por una cantidad variable de "cojuradores"; es decir vecinos del lugar que juraban junto con el acusado.

El combate o Lid

Los procedimientos del combate establecían que el demandante debía presentar varios "lidiadores" caballeros o peones, según el caso. Los lidiadores eran medidos escrupulosamente con una cuerda, para equiparar o igualar las probabilidades de ambas partes; aquél que mas se ajustara a la medida del demandado era elegido. Si el retador no conseguía un contendiente que igualara al demandado, la lid no se efectuaba y el acusado quedaba libre.
No obstante, si algún lidiador del demandante quería combatir igual, aunque fuera mas pequeño, podía hacerlo. Los lidiadores tampoco podían ser zurdos, salvo que el demandado lo fuera.
El retador debía atacar y el retado defenderse. Si éste último caía del caballo, el retador podía apearse para combatir. Pero si el caído era el retador, no se podía obligar al retado a apearse del caballo.
Las armas utilizadas eran: armadura, yelmo, escudo, lanza y espada; y si bien se embotaban las puntas de las armas, a veces alguno de los luchadores moría en el combate, lo que no se consideraba homicidio.-

Causas a las que se les aplicaba: Hechicería, falso testimonio, homicidio y violación.

El hierro caliente.

Esta ordalía, muy común, se aplicaba en general a las mujeres, aunque en forma no excluyente.
Consistía en tomar con la mano un hierro al rojo vivo y dar nueve pasos y luego depositarlo en el suelo. A continuación el juez le cubría la mano con cera y la envolvía con un paño de lino. Lugo de tres días, se sacaba el vendaje y se estudiaba la mano: si esta continuaba quemada, se consideraba que el acusado era culpable.
El temor de que alguien pudiera "encantar" o "embrujar" el hierro caliente o el fuego estaba presente. Por eso, para evitarlo, se hacía bendecir el hierro por un sacerdote

Pasaban por esta ordalía: entre otros, las mujeres que reclamaban estar embarazadas de algún hombre que no quería reconocerlo; o de un concubino fallecido.
En ciertos lugares, un campesino que reclamara una tierra a un monasterio debía seguir la siguiente ceremonia: ponerse de rodillas ante el altar y, mientras sostenía con una mano un puñado de tierra del lugar reclamado, juraba que pertenecía y tomaba el hierro.

Ordalía de la candelas.

No todas las ordalías eran violentas o cruentas.
Esta ordalía consistía en encender, cada una de las partes de un litigio, una candela: la que se consumía mas pronto perdía el proceso.

Se aplicaba a: Robo con fractura, hurto de animal, litigios por división de herencias entre hermanos, invasión de huerto, daños a arboles frutales, litigios entre compradores y vendedores.

Escriño de la harina.

En ella el acusado debía meter las manos en un recipiente con harina: si la harina se pegaba, era culpable.


* Tomado de la revista Neo Nº 7

Ezequiel Zaiat

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